75 aniversario de las ejecuciones de Nuremberg: así murieron en la horca los colaboradores de Hitler

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75 aniversario de las ejecuciones de Nuremberg

Hoy, 16 de octubre, se cumplen 75 años de las las ejecuciones correspondientes al Juicio principal de Nuremberg: 10 de los 12 altos cargos del III Reich que fueron condenados a muerte tras el proceso que se siguió por un tribunal internacional al estado nacionalsocialista creado por Adolf Hitler fueron ahorcados. Una vez finalizada la II Guerra Mundial se instauró lo que entonces era un concepto novedoso: creación y aplicación de una justicia internacional que creara jurisprudencia.

No le faltaron, ni le faltan, críticos al proceso y al concepto, en muchos casos desde círculos ideológicos próximos al nazismo -irónicamente, en la España que aún mantenía una brutal represión contra los vencidos en la Guerra Civil se condenó extraoficialmente la ‘dureza’ de los vencedores- pero el hecho es que el juicio contribuyó decisivamente tanto al concepto de los Derechos Humanos como que estos deben ser respetados y defendidos. Luego, la realización práctica no ha ido en ocasiones en consonancia con la altura de los principios, pero estos quedaron, al menos, establecidos.

Hubo más juicios (el Juicio de los Médicos, por ejemplo) y más ejecuciones. Las correspondientes al proceso principal fueron las relativas al juicio al propio III Reich: se encausó a los más altos representantes de las diversas estructuras de poder y a ellas mismas en sí. A algunas se las declaró inocentes como al Estado alemán y al Ejército, pero se condenó a todas las relativas al nazismo, como las SS, la Gestapo o las Juventudes Hitlerianas. Eso significaba que, en juicios posteriores, se podría alegar como acusación la pertenencia a ellas.

Fue casi una ironía histórica que los juicios se celebrasen en Nuremberg, la sede de las grandes concentraciones nacionales del nazismo y el lugar donde se dictaron las infames leyes raciales que a la larga condenaron a muerte a millones de personas. Sin embargo la circunstancia fue casual: pese a las destrucciones bélicas, alli habían quedado en pie el edificio del tribunal y la cárcel anexa.

Los nazis más importantes habían muerto antes del juicio

Curiosamente, pocos de los condenados eran líderes nazis de primera línea. Algunos como Heydrich habían muerto -este, asesinado por la resistencia checoslovaca-. Otros, como Hitler, Himmler o Goebbels, se habían suicidado y otros más, como Martin Bormann o ‘Gestapo’ Muller, habían desaparecido. Sin embargo, se juzgó inexcusable que el juicio se llevara a cabo para demostrar al mundo la inequívoca voluntad de no permitir hechos semejantes en el futuro. Todo el mundo veía que el enfrentamiento entre la URSS y Occidente era inminente, pero antes cumplirían el último acto de su alianza juzgando al nazismo, una concepción que escapaba de ambos conceptos políticos.

A decir verdad, resultó un número de condenas a muertes sorprendentemente escaso para los crímenes cometidos. Las acusaciones eran crímenes de guerra, contra la paz, contra la humanidad, y conspiración para cometerlos. Los soviéticos no querían absoluciones, pero debieron transigir con ellas: se aceptaron abogados defensores y se debieron acreditar las acusaciones con pruebas. La alternativa que se les ofreció fue que cada potencia juzgara a sus propios prisioneros y ellos tenían pocos de renombre: todos los nazis importantes supervivientes habían corrido a entregarse a los angloestadounidenses.

75 aniversario de las ejecuciones de Nuremberg

75 aniversario de las ejecuciones de Nuremberg: así murieron en la horca los colaboradores de Hitler

Banquilo de los acusados proceso principal de Nuremberg

Fueron condenados a muerte Martin Bormann, canciller del NSDAP y secretario de Hitler; Hans Frank, gobernador de Polonia; Wilhem Frick, ministro del Interior y sancionador de todas las leyes racistas y represivas; Hermann Göring, personaje capital en el triunfo del nazismo y la creación de sus estructuras, jefe de la Luftwaffe y sucesor designado de Hitler; los mariscales Alfred Jodl y Wilhem Keitel, enlaces de Hitler con el ejército; Ernest Kaltenbrunner, segundo de las SS tras Himmler, después del asesinato de Heydrich; Joachim von Ribbentrop, ministro de Asuntos Exteriores y clave en la preparación de la guerra; Alfred Rosenberg, ideólogo del racismo y ministro de los Territorios Ocupados; Fritz Sauckel, director del programa de esclavitud; Arthur Seyss-Inquart, gobernador de Austria y Holanda, y Julius Streicher, director de Der Sturmer, el periódico antisemita y gran adalid del odio racial.

Las sentencias de Nuremberg y su cumplimiento

Bormann y Goering no fueron ejecutados. El primero había sido juzgado en ausencia y su paradero fue un misterio durante décadas. Ya en el siglo XXI se consideró, aunque con pruebas discutidas, que murio tratando de huir de Berlín. Goering se suicidó, horas antes de la ejecución, con una ampolla de cianuro. No está aún totalmente claro cómo la consiguió aunque a lo largo de los años varios militares estadounidenses, vigilantes en la prisión de Nuremberg, ser arrogaron el ‘mérito’ de haberle proporcionado el veneno. También se suicidó, antes del juicio Robert Ley, líder del Frente Alemán del Trabajo.

Goering fue protagonista del juicio. Como si interpretara su papel de sucesor de Hitler (aunque éste le condenó a muerte) aún tras la derrota, asumió la defensa del III Reich aunque trató de eludir las acusaciones más graves sobre crímenes contra la humanidad. Sin emargo, no pudo negar su firma en el acta de la Conferencia de Wansee, en la que se planificó el exterminio del pueblo judío.

A cadena perpetua fueron condenados Walter Funk, ministro de Economía; Rudolf Hess, primera mano derecha de Hitler, y Erich Raeder, comandante en jefe de la Marina de Guerra que, a diferencia de otros condenados, que pidieron indulto, solicitó ser fusilado. Sólo Hess moriría en prisión, en 1987.

Albert Speer, favorito de Hitler y eficacísimo ministro de Armamentos, fue condenado a 20 años. Sorprendió, tras haber sido condenado Sauckel, su subordinado. Fue uno de los que expresaron arrepentimiento por el periodo nazi -los otros fueron Von Schirach y Frank-. Tras salir de la cárcel se hizo millonario vendiendo memorias y dando conferencias. Con los años se descubrieron nuevas pruebas sobre su nivel de conocimiento de los programas de exterminio, que con seguridad le hubieran enviado también a la horca de estar disponibles en 1946.

Baldur von Schirach, líder de las Juventudes Hitlerianas recibió la misma pena. Este y su esposa protestaron ante Hitler por la ‘solución final’, perdiendo por ello su posición política. Konstantin von Neurath, «Protector» de Bohemia y Moravia antes que Heydrich y sustituido por ‘blando’, 15 años y el almirante Karl Dönitz, comandante del arma submarina, 10. Este disuadió a Hitler de dar la orden de matar a los náufragos después de hundir los barcos.

Fue absuelto Hans Fritzsche, ayudante de Joseph Goebbels en el Ministerio de Propaganda. Este no tenía la categoría de los otros, pero era preciso llevar a la propaganda nazi al banquillo. También lo fue el aristócrata Franz von Papen, que en realidad fue quien llevó a Hitler al poder. También Hjalmar Schacht, ex presidente del Reichsbank. Gustav Krupp, ‘empleador’ del trabajo esclavo no llegó a ser juzgado por senilidad.

La ejecución: Sauckel y los verdugos

Llegado el momento de la ejecución, los condenados se comportaron en general con entereza salvo Streicher (que era despreciado por todos los demás acusados, a causa de su historial de alcohólico, corrupto, pornógrafo y evidente mentiroso (!) en el antisemitismo de Der Sturmer), que tuvo que ser arrastrado al patíbulo.

Se dispusieron dos horcas en el gimnasio de la prisión de Nuremberg para ser usadas alternativamente (cuando el segundo reo, Keitel, entró, aún colgaba de la horca Ribbentrop, aunque no se veía su cuerpo, pues el hueco bajo el patíbulo estaba cubierto) y una más en reserva. El procedimiento fue el de las ejecuciones estadounidenses: caída (2,65 metros) para que el condenado se rompiera el cuello. Los verdugos fueron el sargento estadounidense John C. Woods (aunque él reconocía que ese no era su nombre verdadero) y su ayudante Joe Malta. Las lazadas se cambiaban tras cada ejecución. Habían sido expresamente preparadas por la firma proveedora de la justicia británica. Su ‘verdugo estrella’, Alfred Pierrepoint, ejecutó a otros condenados, pero no actuó en este juicio.

Había un capellán católico y otro luterano. Sólo Rosenberg los rechazó, aunque sólo Frank -reconvertido al catolicismo- fue acompañado hasta el final por el primero. Se le estimaba responsable de tres millones de muertes.

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75 aniversario de las ejecuciones de Nuremberg: así murieron en la horca los colaboradores de Hitler

Cadáveres de algunos de los dirigentes del III Reich ejecutados, en imágenes distribuidas por el ejército de EE.UU.

El primero en ser ejecutado fue Von Ribbentropp, a las 1.14 del 16 de octubre de 1946 ; después, Keitel, Kaltenbrunner, Rosenberg, Frank, Frick, Streicher, Sauckel, Jodl y Seyss-Inquart. Streicher, queda dicho, fue el único que se resistió. «¡Algún día los bolcheviques os colgarán a vosotros!», gritó con la cuerda al cuello. Y «Esto es el Purim de 1946», aludiendo a una festividad judía.

Algunas fuentes, amplificadas y repetidas con profusión por neonazis y revisionistas, afirman que las lazadas fueron manipuladas para que los condenados murieran estrangulados. Sin embargo la duración oficial de la ejecución fue de menos de hora y media («10 hombres en 70 minutos, esto es trabajar rápido», comentó Woods). También señalan que habrían sido degollados según un ritual judío, dado que se apreciaba sangre en las fotos que se tomaron tras las ejecuciones. La razón real fue que se había hecho la trampilla demasiado estrecha y algunos condenados se golpearon con el borde al caer.

Después, los cuerpos fueron incinerados -también el de Goering- junto a las cuerdas empleadas, y las cenizas arrojadas al río Isar.

Un último detalle: dos de los procesados pertenecían a medios de comunicación. Uno, Fritzsche, fue absuelto. Otro, Streicher, colgado. Y como queda dicho, fue la ejecución menos ‘estética’.

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